Mateo

Mateo | Guía de la Semana 8

Querido lector:

Una de las cosas con las que he estado luchando con nuestra lectura de esta semana es discernir cómo se conecta Jesús en el Evangelio de Mateo con lo que está sucediendo hoy. Es la pregunta obvia cuando leemos estas sanidades, ¿verdad? Si hizo caminar a un paralítico, ¿lo está haciendo hoy? Si sanó a un ciego, ¿sigue haciéndolo?

Desde el Día de los Caídos, he estado leyendo Tierra americana, la apasionante novela de Jeanine Cummings sobre una madre inmigrante y su hijo que huyen de la violencia de los cárteles en México y buscan seguridad en Estados Unidos. Me ha recordado vivamente el tipo de sufrimiento que padecen a diario millones de personas en todo el mundo. ¿Dónde está Jesús en estas historias?

Esto fue lo que me ayudó:

A menudo, cuando leo los Evangelios, lo hago para entender y conocer a Jesús. Pero esta semana, he estado tratando de considerar a la persona que Jesús está impactando. Por ejemplo, en lugar de centrarme únicamente en Jesús cuando sana a la mujer que tenía flujo de sangre y cuando resucita a la hija muerta, traté de dejarme espacio para imaginar cómo sería ser el padre de la muchacha o uno de los que lloraban, tal vez incluso alguien de la multitud que fue empujado por la mujer impura.

Para la mayoría de estas personas, el encuentro con Jesús es momentáneo e inolvidable. Las palabras y el contacto de Jesús cambian por completo la trayectoria de las vidas de estas personas. Pero piensa en lo mucho que no sabían. No conocían el credo de los apóstoles. No conocían palabras como justificación o santificación. Puede que nunca hubieran experimentado la cena del Señor o cantado un coro de alabanza popular. Todo lo que conocían era la extraordinaria compasión de este hombre y su poder para sanar, y eso les bastaba para prestar atención.

Cuando leo las historias desde la perspectiva de estas personas, es más fácil imaginar las formas en que Dios se mueve a nuestro alrededor hoy, y recordar las formas en que se ha movido en mi vida. ¿Puedo animarte a hacer lo mismo con la lectura de cada día? Por supuesto, estudia a Jesús en la historia, pero elige a otro personaje en cuyos zapatos puedas caminar durante unos minutos. Puede que al final te ayude a ver a Jesús con más claridad.

Señor, danos ojos para ver.

Hannah Buchanan
Pastora de adultos

Acerca de la lectura:

Lunes (9:14-26)

Jesús es diferente de lo que la gente esperaba. Incluso los seguidores más comprometidos de Juan el Bautista se hacen preguntas: «¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos?». (Recuerda la lectura del viernes, en la que los fariseos preguntaban: «¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?»).

En otras palabras: «Nosotros y los fariseos trabajamos mucho más aquí; parece que tus discípulos no se lo toman en serio. Hacen demasiadas fiestas. ¿Qué pasa con eso?». (Si tenías ideas de Jesús como una persona aburrida o un loco legalista, esta interacción debería disiparlas inmediatamente).

Los días de ayuno regular a los que se refieren estos hombres conmemoraban todas las cosas trágicas que ocurrieron en su historia, incluida la destrucción del Templo. Ayunaban para esperar y orar para que el Mesías viniera y arreglara todas las cosas. Jesús y sus discípulos no ayunan porque estaban anunciando que había llegado el día tan esperado. La manera antigua y la nueva no encajan, de ahí surge la imaginería de la tela y los odres. N. T. Wright comenta: «Las prácticas propias de la noche ya no son necesarias».

Jesús es como el médico que está aquí para sanar a los enfermos (9:12).

Es como el novio que está aquí para celebrar una nueva unión del cielo y la tierra, una nueva familia (9:15).

Y en medio de este discurso, interrumpen a Jesús. Un hombre entra corriendo y se arrodilla ante él: «Mi hija acaba de morir. Pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá». ¡Qué fe!

Tómate un momento para leer despacio los versos 18-26. Imagina cómo habría sonado y se habría sentido estar allí, viendo cómo se desarrollaba la acción.

Aquí tenemos un contexto que nunca había considerado antes de leer el comentario de N. T. Wright:

En las sociedades anteriores a la medicina moderna, en las que no se podían curar las infecciones tan fácilmente como ahora, era vital tener códigos estrictos sobre lo que se podía y no se podía tocar, y qué hacer si se contraía una «impureza». No eran normas tontas; no significaban que fueras «legalista». Eran y son sabiduría práctica para mantener a la sociedad en buena forma. El pueblo judío... las había codificado aún más para dejarle más claro a la gente exactamente cómo evitar enfermarse. Y dos de las cosas que encabezaban la lista, cosas que había que evitar si querías mantenerte «puro» en ese sentido, eran los cadáveres, por un lado, y las mujeres con hemorragias internas (incluidos los períodos menstruales), por otro. Y en esta historia a Jesús lo toca una mujer con hemorragia, y luego él mismo toca un cadáver.

A ningún judío se le habría escapado esto. En el curso ordinario de los acontecimientos, Jesús se habría vuelto doblemente «impuro» y habría tenido que bañarse y lavar sus ropas y esperar hasta el día siguiente antes de reanudar el contacto social normal... Pero en este punto nos damos cuenta de que algo es diferente. La impureza de ella no lo infecta a él. Algo en él la infecta a ella... He aquí el misterio: Jesús tiene el poder de sanar, pero los que reciben la sanidad son los que tienen fe.

Lo que Jesús estaba haciendo era el comienzo de toda su obra para rescatar al mundo, salvarlo, de todo lo que lo contaminaba, lo desfiguraba y lo destruía. Y los que se beneficiarían serían los que creyeran.

Así que la pregunta que me queda es: «¿Creemos así?».

Considera lo que llevó al hombre con la hija muerta a correr hacia Jesús. Imagina la desesperación ante la impotencia de no poder salvar a tu propia hija. Corre hacia Jesús y se arrodilla, implorándole: «Pon las manos sobre ella y vivirá». ¿Qué pides en oración cuando tocas fondo? ¿Es este tipo de petición audaz?

Jesús va, pero lo interrumpen en el camino. (¡Imagínate lo que siente este padre afligido y desesperado!). En medio del bullicio de la multitud, una mujer que lleva 12 años sufriendo hemorragias y que ha sido expulsada de la sociedad por ser un peligro para la salud, decide: «Esta es mi oportunidad». Alarga la mano sólo para tocar el borde de su túnica, pensando: «¡Seguro que eso bastará para sanarme!». Considera lo que la llevó a hacer esto. Básicamente, ha estado en cuarentena durante más de una década, sin ser tocada, sin amor, sin ser vista. No sólo deja de sangrar cuando lo toca, sino que Jesús se da la vuelta y la ve. Ella se conformaba con permanecer invisible, pero Jesús la mira a los ojos y le dice: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado». Ahora puede reincorporarse a su comunidad.

Tras esta breve pausa, Jesús y el hombre regresan a su casa. (Si ella no estaba muerta cuando el padre se marchó, ¡seguro que lo está ahora!). Jesús descarta su muerte como un simple sueño. Es la primera vez que lo vemos vencer a la muerte en la serie de sanidades que describe Mateo. Jesús la toma de la mano y le dice (en el Evangelio de Marcos): «¡Niña, levántate!». Y ella se levanta.

Preguntas:

  • ¿Qué circunstancias malas en tu vida puedes permitir que te lleven a Jesús rápidamente?
  • ¿Qué circunstancias podrías estar ignorando que podrían llevarte a Jesús?
  • ¿Qué tienes que arriesgar al pedirle a Jesús que sane con valentía lo que está roto en tu vida?

Martes (9:24-10:4)

Hoy nos encontramos con otros dos intercambios milagrosos: los dos ciegos y el hombre endemoniado que no podía hablar.

Una cosa que noté en las dos últimas semanas es que a veces Jesús sana porque la gente se lo pide y cree que puede hacerlo, pero en otros casos, trata con los demonios y los expulsa sin que el «huésped» se lo pida. Me hace pensar que es posible estar tan entregado a las tinieblas que sólo la misericordia de Dios puede intervenir para salvarnos.

En el caso de los dos ciegos, vemos otro momento en el que Jesús los sana y los insta a guardar silencio. Es consciente de que la atención puede acarrear problemas.

Cuando el mudo habla, la multitud queda desconcertada. Se dan cuenta de que nunca había ocurrido algo así. Buscando una explicación, además de la obvia (que Jesús es quien dice ser), determinan que Jesús debe estar luchando contra la fuerza demoníaca con fuerza demoníaca. Escucharemos esto de nuevo en el 12:29, y aquí, Jesús señalará el obvio fracaso de la razón: «Si estuviera confabulado con el diablo, ¿por qué sabotearía a su propio equipo?».

Al final de estas nueve sanidades (caps. 8-9), toda la región está alborotada. Jesús está plenamente comprometido con su misión de sanar a los enfermos y proclamar la buena nueva de que el reino es ahora. Me encanta imaginarme a Jesús en el 9:36, donde Mateo escribe: «Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas [...]». Mi respuesta inmediata ante las multitudes es fastidio, no compasión. ¿Y la tuya?

Se compadece de la gente y la describe como ovejas sin pastor. Están sin protección, cuidado ni dirección. Así que mira a sus discípulos y les dice: «La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros. Por tanto, pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo».

Supongo que aún no saben que ellos son la respuesta a esa oración.

Preguntas:

  • ¿Alguna vez has estado tan sumido en la oscuridad que no has sido capaz de pedir ayuda? ¿Cómo te ayudó Dios?
  • ¿Por qué crees que los fariseos se apresuraron a asumir que Jesús estaba expulsando demonios con fuerza demoníaca?
  • ¿Alguna vez has pasado por alto la mano de Dios en el trabajo, tal vez incluso por razones similares? ¿Por qué?

Miércoles (10:5-15)

A estas alturas de Mateo, el autor nos ha presentado a Jesús como el Mesías, nos ha dado una buena dosis de sus enseñanzas y nos ha mostrado la autoridad que Jesús tenía para sanar a los enfermos y resucitar a los muertos. El reino ha sido incubado y es hora de salir del cascarón. (Metáfora mía, no de Mateo). Jesús reúne a sus 12 discípulos: el número 12 es importante. Si leíste Génesis y Éxodo con nosotros, ¿recuerdas por qué? Israel (también conocido como Jacob) tenía 12 hijos. Había 12 tribus o ramas de la familia original. Al nombrar a 12 discípulos, habría sido obvio para la audiencia judía primitiva que Jesús tenía la misión de restaurar al pueblo de Dios, a las 12 tribus. (Si te interesa saber más sobre quiénes eran los 12 y qué hacían, consulta este resumen que encontré en Internet. Es muy interesante).

Los reúne y los envía a hacer cosas increíbles: sanar enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos, expulsar demonios. En otras palabras: «Hagan lo que yo he hecho».

Así es como Eugene Peterson parafrasea el pasaje en la versión en inglés «The Message»:

«No comiences por viajar a algún lugar lejano para que se conviertan los incrédulos. Y no trates de ser dramático atacando a algún enemigo público. Acércate a la gente perdida y confundida de tu barrio. Diles que el reino está aquí. Lleva salud a los enfermos. Resucita a los muertos. Toca a los intocables. Expulsa a los demonios. Se te ha tratado con generosidad, así que vive con generosidad».

«No creas que tienes que hacer una campaña de recaudación de fondos antes de empezar. No necesitas mucho equipo. Tú eres el equipo, y todo lo que necesitas para mantenerlo en marcha son tres comidas al día. Viaja ligero».

«Cuando entres en una ciudad o un pueblo, no insistas en alojarte en una posada de lujo. Consigue un lugar modesto con gente modesta y conténtate allí hasta que te vayas».

«Cuando llames a una puerta, sé cortés al saludar. Si te dan la bienvenida, sé amable en tu conversación. Si no te dan la bienvenida, retírate en silencio. No montes una escena. Encógete de hombros y sigue tu camino. Puedes estar seguro de que el día del juicio final lo lamentarán mucho, pero ahora no es asunto tuyo».

Me hace pensar que, para nosotros, el trabajo de recoger la cosecha es local. Está justo donde tú estás: en tu cuadra, en tu cubículo, en tu comedor o en tu coche compartido. Es la forma en que ocupamos nuestro espacio cotidiano como portadores del reino.

Preguntas:

  • ¿Cómo es traer la cosecha en tu espacio cotidiano?
  • ¿Por qué crees que Jesús insta a sus discípulos a empezar dentro de la comunidad judía antes de alcanzar a los de afuera de ella (algo que él y ellos acabarán haciendo)?

Jueves (10:16-33)

En la lectura de hoy, Mateo sube la temperatura.

Jesús envía a sus discípulos, pero no sin antes advertirles del conflicto y el dolor que encontrarán al llevar a cabo su misión. Es una charla muy intensa.

Me gusta agradar a la gente, así que la idea de ir por ahí y decir cosas que sé que van a irritar a la gente me resulta incómoda y me da miedo. Este pasaje me hace pensar que quizá me he retirado a los rincones del reino que ya están más o menos «ganados». ¿Estoy realmente avanzando en el territorio y proclamando las buenas nuevas del reino entre personas que audazmente (y con agresividad) discreparán?

Me consuela esta frase: «No se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes [...], pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo».

Preguntas:

  • ¿Te sientes como una oveja en medio de lobos? ¿Por qué sí o por qué no?
  • ¿Qué significa para ti ser astutos como serpientes y sencillos como palomas?
  • ¿Qué te asusta de «dar testimonio» de tu experiencia de Dios?
  • ¿Cerca de quién evitas hablar de tu fe por la oposición que puedes encontrar?

Viernes (10:34-42)

Estas son algunas de las palabras más intensas que he leído en las Escrituras en mucho tiempo:

«No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada».

Cuando oigo esto, ¡suena como si Jesús estuviera incitando a la guerra civil! Pero todo esto, especialmente lo que se refiere a las personas enfrentadas entre sí y a los familiares enemigos, debe leerse junto con el resto de sus enseñanzas. ¿Cómo debemos tratar a nuestros enemigos? ¿Lo recuerdas? Debemos amarlos, poner la otra mejilla, perdonar y caminar la milla extra, y orar por aquellos que nos persiguen. Nosotros no somos los que tomamos nuestras espadas. Nosotros somos los que tomamos nuestra cruz.

«Y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí».

Jesús está aludiendo a la muerte a la que se enfrentará. El mensaje para nosotros es que seguir a Jesús requiere que nos entreguemos por completo. No es una gracia barata, seguirlo puede costarnos algo, y para los que escuchan, a muchos de ellos les costaría la vida misma.

«El que se aferre a su vida la perderá; y el que pierda su vida por mi causa la encontrará».

Esta frase choca frontalmente con el espíritu de nuestro tiempo: «Sé tú mismo». Miles de millones de dólares se invierten en medios de comunicación, publicidad y entretenimiento que nos hacen creer que la autorrealización es el fin más elevado de la humanidad. Criticarse a uno mismo o sugerir que los seres humanos pueden beneficiarse de la humildad o la corrección equivale a una blasfemia. ¿Cómo contrasta esta enseñanza con el modo de vida de nuestro mundo?

En el último párrafo, Jesús habla de la recompensa. Es extraño oírlo hablar de recompensas cuando la mayor parte de lo que hablamos es de gracia inmerecida por su obra consumada en la cruz. ¿Qué le oyes decir sobre las recompensas?

Esto es lo que noto: «Cualquiera que recibe a un profeta por tratarse de un profeta recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo por tratarse de un justo recibirá recompensa de justo». El que recibe, en realidad, recibe la recompensa de aquel a quien recibe, sea o no el receptor el profeta o la persona justa. ¿Tiene sentido? Eso lleva a lo que recibimos cuando recibimos a Jesús; recibimos su recompensa. Sólo porque lo recibimos a él. ¡Qué locura!

Entonces, ¿qué es? ¿Cuál es la recompensa de Jesús?

Preguntas:

  • Todo esto de las espadas y el conflicto, el miedo y las recompensas puede ser inquietante. ¿Cómo le encuentras sentido al fin y al cabo?
  • ¿En qué contradice el mensaje de Jesús a los mensajes de nuestra cultura?
  • ¿Cuál es la recompensa de Jesús?

Profundiza

Preguntas de debate

  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reprendido?
  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reconfortado o animado?
  • En la medida en que te sientas cómodo con tu grupo, dedica tiempo a compartir tus respuestas personales a las preguntas diarias.
  • ¿Qué puedes comprometerte a practicar como resultado de la lectura de esta semana?