Mateo

Mateo | Guía de la Semana 7

Querido lector:

Cuando Jesús terminó su enseñanza en la ladera del monte, los que lo oyeron se quedaron asombrados porque hablaba con una gran autoridad. Mateo nos lleva ahora a descender el monte para presenciar nueve historias de sanidades espectaculares que nos muestran la clase de autoridad que tiene Jesús. En estos relatos de sanidades se entrelazan dos momentos en los que Jesús llama a la gente a seguirlo. Es como si Mateo rompiera la cuarta pared, te mirara a ti y te hiciera la misma invitación: ¿estás preparado para experimentar el poder sanador del evangelio? Entonces, síguelo tú también.

Llevamos ya siete semanas de estudio; ¿cómo se está metiendo Jesús contigo?

La lectura de esta semana me ha desafiado a recordar que el cristianismo no es una ideología, un conjunto de ideas o una forma de pensar sobre el mundo. Es una respuesta a un Rey que vive, respira, enseña, sana, muere, resucita y regresa. Entrar en su reino y vivir dentro de él es muy diferente a seleccionar un bonito conjunto de normas éticas por las que puedo regirme. Es como la diferencia entre mirar un cuadro y entrar en él. Esto último requiere una entrega total y un profundo sentimiento de esperanza de que algo increíble puede suceder si me bajo del trono y permito que Jesús ocupe el lugar que le corresponde.

Es mi oración que, al leer estas historias, te asalten las dos preguntas más importantes que puedes responder: ¿Quién es este hombre? y ¿qué quiere de mí?

¡Feliz lectura!

Hannah Buchanan
Pastora de adultos

Acerca de la lectura:

Lunes (8:1-17)

Hoy vemos a Jesús encontrarse con tres personas muy alejadas del grupo religioso: un leproso, un militar romano y una mujer. Es interesante que las tres primeras sanidades nos hacen recordar para quién está abierto el reino: para todos.

Sanidad del leproso

En tiempos de Jesús, la lepra convertía a alguien en «impuro». No sólo físicamente, sino también ritualmente. A una persona que padecía lepra (o cualquier enfermedad de la piel) no se le habría permitido entrar en el templo y, por lo tanto, se le prohibía entrar en la presencia de Dios.

Aquí tenemos a un hombre que probablemente no ha sido tocado por otro ser humano desde que mostró sus primeros síntomas (¡y pensábamos que la soledad y la ausencia de contacto era un problema después de seis meses de encierro!). Se acerca a Jesús y se arrodilla a sus pies:

«Señor, si quieres, puedes limpiarme».

«Si quieres» es como, si deseas, si te place. Y «puedes» viene de la raíz griega dynamai, que es de donde sacamos la palabra dinamita. Se trata de poder. Está diciendo: «Si quieres, tienes el poder de limpiarme». Es una pregunta válida: ¿por qué un maestro judío como Jesús querría tener algo que ver con él si está contaminado y enfermo?

El siguiente movimiento de Jesús probablemente dejó a muchos boquiabiertos: extiende la mano y toca al hombre, diciendo: «Sí, quiero. ¡Queda limpio!». Contacto humano, sanidad divina.

¿A quién podrías «tocar» hoy que necesite ser sanado?

Luego Jesús le dice al hombre: «No se lo digas a nadie, solo ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés […]», con la cual le habría dado la bienvenida de nuevo al culto del templo, o a la presencia de Dios. ¿Por qué la orden de guardar el secreto y la preocupación ritual?

A Jesús le preocupa la restauración y la renovación completas de este hombre, no sólo su sanidad física. Podemos suponer que la aparición del hombre entre los sacerdotes provocaría algunas murmuraciones sobre un poderoso sanador en el norte de Galilea, lo que podría traer (y trajo) problemas.

La fe de un centurión

A continuación, se acerca a Jesús un militar romano que tenía 100 soldados a sus órdenes (de ahí el nombre de centurión). El hombre tiene un criado que sufre terriblemente. Cuando Jesús se ofrece a ir a sanarlo, el oficial asombra a Jesús con su confianza:

«Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra y mi siervo quedará sano. Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad.

Le digo a uno “ve” y va; y al otro, “ven” y viene. Le digo a mi siervo “haz esto” y lo hace».

Al llamar a Jesús «Señor», se está sometiendo a Jesús como alguien por encima de él. Es un título de sumisión y reverencia. Y reconoce que el poder de Jesús es tan grande, que todo lo que tiene que hacer es hablar a distancia, y el siervo será sanado.

Jesús lo hace por la fe del hombre. Es una señal de que Jesús tiene poder sobre lo que nos hace sufrir. Con una palabra, puede aplastar lo que intenta destruirnos. Pero ¿qué quiere decir Jesús cuando dice:

«Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y crujir de dientes»?

Un poco intenso, ¿no?

Esto es lo que yo entiendo: Nuestra respuesta a Jesús importa. Creerle importa. Lo que cuenta no es que nos identifiquemos como cristianos, sino que lo identifiquemos como Señor y lo sigamos con fe.

Jesús sorprendió a sus oyentes al anunciarles tres hechos sobre el reino:

No todos los que estén adentro participarían en él.

Muchos de los que están afuera sí.

Pertenecer al reino depende de la fe en Jesús, no de la identidad, la ascendencia o la pertenencia a una comunidad concreta.

Cuando leí esta parte, me sentí convencida de con quién paso el tiempo, de quién me atrae. ¿Me junto sólo con personas que ya considero dentro del reino? ¿O me muevo hacia los márgenes, donde Jesús parece estar tan obviamente? Quizá si paso más tiempo allí, encuentre a Jesús también allí.

La suegra de Pedro y muchos más

Mateo completa el trío contándonos cómo Jesús sanó a la suegra de Pedro. Es uno de esos raros detalles personales que tenemos sobre Pedro: ¡estaba casado! (Lo cual me hace volar la imaginación: ¿dónde estaba su mujer en todo esto?).

Jesús la sana de fiebre, ella se levanta y empieza a servirlo. Es su respuesta natural de gratitud.

Más y más y más gente viene a ser sanada por Jesús. Y cuando Mateo escribe: «Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: “Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores”», está diciendo una vez más: «Este es el que estábamos esperando».

Ahora bien, si eres como yo, todo esto probablemente suscite la pregunta: Si Jesús puede sanar con una palabra, ¿por qué no sana/sanó ______________?

Esta es mi mejor respuesta: «No lo sé».

Lo siento, probablemente no sea muy satisfactoria. Creo que sana. Creo que Jesús puede sanar, si quiere, lo que hace que la decepción de no experimentar la sanidad sea mucho más profunda. Matt va a hablar de esto en nuestro video devocional diario de esta semana, así que asegúrate de seguirlo en @hpumcdallas en Instagram o visita hpumc.org/bible.

Preguntas:

  • ¿Qué significa para ti que Jesús haya sanado al leproso, al soldado romano y a una mujer?
  • ¿Qué te parecería orar con ese tipo de fe que demostró el centurión?
  • ¿Te has sentido alguna vez decepcionado por una oración por sanidad que quedó sin respuesta? ¿Qué hiciste con tu decepción?
  • Imagina que estás sentado en un banco del parque junto a Jesús. ¿Qué preguntas le harías sobre la lectura de hoy?

Martes (8:18-22)

Mientras Jesús avanza en su obra, un escriba —que era un erudito religioso— se le acerca y le dice: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas».

«Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza».

En otras palabras: «Amigo, no estás preparado para ir donde yo voy».

Otro discípulo (de nuevo, un religioso bienintencionado) dice: «Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre». Esto habría sido comprensible, ya que había leyes sobre el tiempo de cómo y con qué rapidez atender a los muertos.

A él, Jesús le responde: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».

En otras palabras: «Amigo, sígueme primero. Lo que estoy haciendo es tan urgente, tan importante, que todo lo demás viene en segundo lugar».

Parecería que seguir a Jesús requiere algo más que un compromiso verbal o incluso nuestras buenas intenciones. Pero antes de tachar a estos dos individuos de charlatanes, me parece importante reflexionar:

¿Cuántas veces he dicho: «Señor, te seguiré», para luego matizarlo con: «Pero no quiero dar tanto dinero o hacerme amiga de esa persona o mudarme a ese barrio o dejar ese hábito»?

¿Y tú? ¿Cómo has matizado tu lealtad a Jesús? ¿Hay formas en las que prometes demasiado y cumples poco cuando se trata de la fe?

Preguntas:

  • ¿Con qué tono de voz oyes que Jesús responde a estos hombres?
  • ¿Cómo has matizado tu lealtad a Jesús? ¿Prometes demasiado y cumples poco?
  • ¿Cómo sería para ti seguir a Jesús más seriamente?

Miércoles (8:23-34)

Mientras lees hoy, deja que tu imaginación pinte el cuadro. Lee las historias despacio, quizá varias veces.

Jesús calma la tormenta

Colócate en la barca, en medio de la tormenta. ¿Cómo se habría sentido? ¿Cómo sonaría? ¿Qué estarías pensando?

Los judíos del siglo i no eran gente de mar. El mar encerraba un gran poder y misterio, un lugar de oscuridad y maldad. El agua era algo que Dios había domesticado, tanto en la creación como en el éxodo. La audiencia de Mateo oía hablar de esto y recordaba la historia de Jonás, el profeta que huyó de la orden de Dios de predicar en Nínive, una ciudad pagana. Jonás abordó un barco en dirección contraria, se quedó dormido en medio de la tormenta y, cuando lo despertaron sus compañeros, lo arrojaron por la borda para calmar la tempestad por su desobediencia a Dios. (Ver Jonás 1:1-18). En esta historia, sin embargo, Jesús no tiene que llamar a nadie ni tirarse al mar; les habla a las olas, y ellas se aquietan.

«¿Qué clase de hombre es este que hasta los vientos y el mar le obedecen?».

Liberación de dos endemoniados

Sobre aguas tranquilas, Jesús llega a la otra orilla del lago, al país de los gadarenos. Se nos dice que dos hombres, poseídos por demonios y tan feroces que nadie pasaba cerca de ellos, se acercaron a Jesús. Imagínate a estos hombres. (Echa un vistazo a la historia tal y como la recoge Lucas en Lucas 8:26-39).

«¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?».

Aquí me llaman la atención varias cosas:

Jesús no tiene miedo de alguien que aterroriza a todos los demás y que lo evitan. De hecho, se acerca.

Los demonios que estaban dentro de los hombres reconocen la autoridad de Jesús y básicamente piden clemencia.

En Occidente no se habla mucho de la posesión demoníaca. Tenemos formas más sofisticadas de entender este comportamiento. No sé cuál es la línea divisoria entre la neurociencia, la salud mental y las fuerzas oscuras y espirituales, pero creo que es mucho más borrosa de lo que nos sentimos cómodos creyendo.

Jesús expulsa a los demonios a una manada de cerdos. Para los judíos, los cerdos eran impuros, así que esta piara pertenecía a granjeros gentiles. Sería un golpe financiero para cualquiera perder este tipo de ganado. Cuando la gente del pueblo llega y ve a Jesús (y a los hombres antes poseídos que ahora están en su sano juicio), le ruegan que se vaya.

¿Por qué crees que respondieron así?

A veces me pregunto si Jesús estuviera aquí hoy, si perturbaría tanto nuestra comodidad que nosotros también le rogaríamos que se fuera. Tal vez no. En cualquier caso, en el Evangelio de Mateo queda claro que una respuesta neutra a Jesús no es realmente una opción. La gente o lo deja todo y lo sigue o le suplica que se vaya (y más tarde, intenta matarlo).

Preguntas:

  • ¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
  • ¿Qué sentido les das hasta ahora a estos relatos sobre sanidades?
  • ¿Por qué crees que la gente del pueblo le rogó a Jesús que se fuera?

Jueves (9:1-8)

Jesús hace caso a la multitud enfurecida. «Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. Unos hombres le llevaron un paralítico acostado en una camilla. Al ver la fe de ellos Jesús [hace algo extraño] dijo al paralítico:

—¡Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados!».

Espera, ¿trajeron al paralítico para que le perdonara los pecados o para que caminara?

¿Por qué se ocupa Jesús de la enfermedad espiritual antes que de la física?

Esto es lo que dice N. T. Wright:

Jesús tiene autoridad. No puedes perdértela. Autoridad en su enseñanza. Autoridad sobre las enfermedades a distancia. Autoridad sobre la tormenta, sobre los demonios. Autoridad para hacer lo que normalmente sólo Dios hace: quitar los pecados, cambiar la vida de una persona de adentro hacia afuera, liberarla de lo que sea que la estaba agarrando tan fuerte que no podía moverse.

Su comentario me llevó a pensar en las diferentes maneras en que cada uno de nosotros se atasca. Hay heridas en nuestras vidas que retrasan nuestro crecimiento, y cuando no se tratan, empezamos a atrofiarnos. ¿Conoces a personas que parecen no haberse desarrollado más allá de cierta edad o incidente? ¿Se han quedado ahí?

Estoy segura de que la parálisis de este hombre tiene una dimensión física, por lo que sucede a continuación, pero no puedo evitar pensar que Jesús sabía que también tenía una dimensión espiritual. Al tratar el problema más profundo de su corazón, Jesús lo prepara para caminar en libertad, literalmente.

Después de oír a Jesús perdonar al hombre de su pecado, los eruditos religiosos empiezan a refunfuñar: «¿Quién se cree que es este individuo? Sólo Dios puede perdonar los pecados».

Jesús escucha y responde: «¿Qué es más fácil, decirle: “Tus pecados quedan perdonados” o decirle: “Levántate y anda”?».

Siempre me he preguntado qué es más fácil.

Algunos no estarán de acuerdo, pero creo que hacer que alguien camine es la mayor muestra de poder, por eso Jesús dice: «¡Bien, entonces, levántate y anda!». Es el momento de dejar caer el micrófono. La gente se estremece y adora a Dios. Es obvio para ellos que Jesús está conectado a algo más grande.

Hay algo más en lo que estoy pensando después de leer este pasaje. (Te advierto que estoy a punto de pintar en blanco y negro). La mayoría de las iglesias conservadoras, como en la que yo crecí, se centran en cuestiones de moralidad personal: lujuria, miedo, ansiedad, avaricia, culpa, etc. La mayoría de las iglesias tradicionales o liberales se centran en cuestiones sociales: pobreza, injusticia, activismo. Jesús encarna ambas cosas. Entonces, ¿por qué intentamos separarlas? No deja al hombre perdonado, pero paralizado en la camilla. Lo perdona y lo levanta de la camilla, capaz de volver a casa y vivir una vida completamente diferente.

Último pensamiento: este hombre tenía amigos que lo llevaron a Jesús cuando no podía moverse por sí mismo. ¿A quién tienes en tu vida que te llevan a Jesús en oración cuando estás totalmente atascado? ¿Y a quién llevas tú a Jesús en oración y cuidándolos cuando ellos también están atascados?

Se nos dice que Jesús se asombró de su fe, de su fe colectiva, es decir, de sus amigos. Es lo que impulsó a Jesús a sanarlo. No subestimemos el poder que tenemos para llevar a las personas que amamos más cerca de aquel que sana.

Preguntas:

  • ¿Por qué crees que algunas comunidades tienden a centrarse en la moral personal mientras que otras se centran en cuestiones sociales? ¿Cómo están conectadas estas dos cosas en tu propia relación con Dios?
  • ¿Hay algún lugar en tu vida en el que estés paralizado, atascado en la camilla? ¿Quién puede ayudarte a acercarte a Jesús?
  • ¿Conoces a alguien que esté atascado, que necesite ayuda para crecer de nuevo? ¿Cómo puedes ayudarlos a levantar su camilla y acercarlos al que sana?

Viernes (9:9-13)

Ahora Mateo nos lleva a la historia de su propio llamado. Es fácil pasarla por alto:

«Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. “Sígueme” —dijo Jesús. Y Mateo se levantó y lo siguió».

Los judíos injuriaban a los recaudadores de impuestos debido a que estos colaboraban con el Imperio romano y por sus frecuentes extorsiones a los ciudadanos comunes. Eran personas que se enriquecían a costa de los pobres. Estaban del lado del opresor y se beneficiaban del sistema de opresión.

¿Qué significa que a uno de ellos Jesús llamó a ser su discípulo?

Más tarde, Jesús y sus discípulos son vistos comiendo con un grupo de ellos, probablemente incluso con el propio Mateo. Pero Jesús no está comiendo sólo con recaudadores de impuestos. También hay otro tipo de «pecadores».

Piénsalo un momento. ¿Quiénes se reunirían hoy, en 2021, en torno a la mesa de Jesús?

Cuando los prominentes dirigentes judíos interrogan a los discípulos: «¿Por qué come su maestro con esa gente?», Jesús responde:

«No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Pero vayan y aprendan qué significa esto: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

«Vayan y aprendan» significa: «Miren un poco más de cerca. Vuelvan a leer el texto». Luego se refiere a Oseas 6:6, una línea del profeta que reprende a Israel por mantener los rituales del culto mientras abandona totalmente el corazón de Dios. Jesús los pone frente a un espejo, diciéndoles que no han entendido nada. A Dios no le interesa el tipo de música que tocan en la iglesia, lo que visten los domingos o incluso si diezman regularmente. Lo que le interesa es cómo aman a los demás, especialmente a los que están lejos de Dios.

Este pasaje es difícil para mí porque soy mucho más una farisea que una pecadora escandalosa. Gasto mucha energía demostrando a Dios (y a los que me rodean) que estoy sana y bien, no enferma y necesitada de cuidados espirituales. Y me preocupa que, debido a esto, pueda estar perdiéndome a Jesús.

Si tú también eres así, aquí tienes nuestro permiso para no estar bien. No tenemos nada que perder si admitimos nuestro quebranto y nuestra necesidad del gran médico. De hecho, tenemos todo que perder si intentamos demostrar que no necesitamos desesperadamente que nos sane.

Preguntas:

  • ¿Dónde te ves en la lectura de hoy?
  • ¿Qué significa que Jesús llamara a un recaudador de impuestos para que formara parte de su círculo íntimo de amigos? ¿Se te ocurre algún equivalente moderno de este tipo de persona? ¿ De qué manera modifica tu idea de Dios que incluso este tipo de persona sea llevada al reino?
  • ¿Qué sentido le das a la frase: «Misericordia quiero, no sacrificios»?

Profundiza

Preguntas de debate

  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reprendido?
  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reconfortado o animado?
  • En la medida en que te sientas cómodo con tu grupo, dedica tiempo a compartir tus respuestas personales a las preguntas diarias.
  • ¿Qué puedes comprometerte a practicar como resultado de la lectura de esta semana?