Mateo

Mateo | Guía de la Semana 11

Querido lector:

La lectura de esta semana culmina con la pregunta de Jesús a sus discípulos: «¿Quién dicen que soy yo?».

Es quizá la pregunta más importante que ellos —y nosotros— responderemos en nuestras vidas.

Hemos recorrido más de la mitad del Evangelio de Mateo. Déjame que te pregunte:

¿Quién dices que es Jesús?

¡Feliz lectura!

Hannah Buchanan
Pastora de adultos

Acerca de la lectura:

Lunes (15:1-20)

Una vez más, los líderes religiosos se acercan a Jesús y le preguntan por qué sus seguidores infringen las normas. No sé si tienen verdadera curiosidad, están enojados, están tratando de engañarlo y atraparlo, o qué, pero Jesús está empezando a exasperarse. Y yo también.

En lugar de responder a la pregunta, Jesús los pone frente a un espejo para poner de relieve su hipocresía:

«¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los líderes religiosos?».

La práctica que describe en 15:4-6 es la siguiente:

Uno de los diez mandamientos establece que los israelitas deben honrar a su padre y a su madre. Presumiblemente, esto incluye cuidar de sus padres en la vejez. En la tradición de los fariseos, los individuos podían hacer una donación al templo por la cantidad que habrían gastado en sus padres, y si lo hacían, quedaban libres de culpa con mamá y papá. (En lugar de gastar 5000 dólares en la residencia de ancianos y en cuidados las 24 horas del día de tu mamá, ¡podrías dar ese dinero a la iglesia y olvidarte de tu mamá! Una opción es mucho más glamorosa y directa que la otra, pero pierde completamente el corazón de Dios al dar la Ley).

Jesús continúa señalando la inutilidad de la tradición y de la Ley si no cambian nuestros corazones. Vuelve al principio del «lavado de manos» que los fariseos plantearon por primera vez. Es un comentario tan claro e ingenioso, casi burdo:

«¿No se dan cuenta de que todo lo que entra en la boca va al estómago y después se echa en la letrina?».

(¿No ves que lo que comes sólo los vas a digerir y defecar en unas horas?).

«Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Estas son las cosas que contaminan a la persona y no el comer sin lavarse las manos».

(No es lo que entra en tu boca lo que te hace impuro. Pero lo que sale de ella revela cuán impuro eres en realidad. Deja de centrarte en las cosas equivocadas).

Sé que Jesús y los fariseos se enfrentan en todos los Evangelios. Y he tratado de pensar en paralelismos modernos con esas tensas conversaciones sin tomar golpes bajos o simplificar demasiado el debate. Es fácil ser «otros» fariseos y fingir que no estamos entre ellos.

Los domingos por la mañana recibo The French Press, un correo electrónico semanal de David French en The Dispatch. Es una de las muchas fuentes de noticias que consulto con regularidad, pero una de las más útiles para mí, ya que David es un cristiano evangélico muy reflexivo en su análisis cultural.

Ha seguido de cerca la Convención Bautista del Sur, en concreto su gestión de los abusos sexuales en la Iglesia y la respuesta cristiana a la Teoría crítica de la raza. Su reciente ensayo, Character is Destiny (El carácter crea nuestro destino) para la Convención Bautista del Sur, me ayudó a ver cómo es este tipo de hipocresía a nivel institucional. (Ciertamente, podrían hacerse críticas comparables sobre nuestra propia denominación).

Pero este tipo de hipocresía va más allá de las instituciones a gran escala. También es una crítica personal. Me pregunto si Jesús nos está desafiando a mirar más allá de lo que publicamos, cómo votamos, qué calcomanías pegamos en nuestro coche, dónde o con qué frecuencia asistimos a la iglesia, y cuánto damos, en los lugares más profundos de nuestros corazones. ¿Rebosamos amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza? A Jesús le parece que esto es lo que más importa.

Preguntas:

  • Si tuvieras una grabadora y te grabaras a ti mismo durante un día, ¿qué revelarían las palabras sobre tu corazón cuando las reprodujeras?
  • Cuando consideras la crítica de Jesús a la hipocresía de los fariseos, ¿qué ejemplos puedes encontrar en tu propia vida? ¿En nuestra cultura?

Martes (15:21-28)

Jesús y sus discípulos recogen sus cosas, abandonan Galilea y se dirigen al distrito de Tiro y Sidón, importantes ciudades portuarias romanas situadas en el actual Líbano. Allí se le acerca una mujer cananea. Es ajena a la fe.

«¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija sufre terriblemente por estar endemoniada».

La respuesta de Jesús es, cuando menos, misteriosa: «Jesús no respondió ni una palabra». ¿Por qué? ¿Porque era mujer? ¿Porque no era judía? Esto no cuadra con el trato que dio a la samaritana en el pozo. ¿Qué ocurre aquí?

Sus discípulos le ruegan que la despida: «Despídela, porque viene detrás de nosotros gritando». Están molestos y avergonzados. Que se vaya.

Él responde (en un tono que no alcanzamos a discernir): «No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».

En este momento, Jesús aclara que su misión es primero para los judíos. Fue enviado para llamar a Israel a volver a Dios. Más tarde, después de que Israel tuviera la oportunidad de arrepentirse y creer, tras su muerte y resurrección, su mensaje se extendería al mundo no judío. (Considera el derramamiento explosivo del Espíritu Santo sobre judíos y no judíos por igual en Pentecostés, y la inclusividad que rompe fronteras de la iglesia primitiva en Hechos). Pero Jesús dice que todavía no.

Sin embargo, ella insistió.

«¡Señor, ayúdame!».

La mujer se ha inclinado para suplicar a Jesús por sanidad. Lo llama «Hijo de David», un nombre exclusivamente judío para designar al Mesías, y lo reconoce como su Señor.

Jesús le responde: «No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros».

«Perros» era una forma habitual de tachar a los gentiles de inferiores, por eso es una respuesta inquietante de Jesús. No parece algo que él diría. No tengo una defensa o justificación de por qué usaría este lenguaje. Me molesta. Pero escucha lo que sucede a continuación.

La madre desesperada no se resiste a sus palabras. Al contrario, dice: «Sí, Señor —respondió la mujer—, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». No ceja en su empeño de reconocerlo como Señor y de pedirle que responda a su oración. Su humildad, su fe y su tenacidad son extraordinarias.

«¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija».

Esta mujer ha traído el futuro al presente. Ve la promesa y la posibilidad de Jesús, que aún no estaba disponible para ella como no judía, y la lucha aquí y ahora. ¡Ojalá yo pudiera ser así de persistente en la oración!

N. T. Wright explica:

«Ser cristiano en el mundo de hoy a menudo se centra en una fe que importuna y presiona a Dios en la oración para que haga, ahora, ya, lo que otros se contentan con esperar en el futuro. A principios del siglo xix, muchos cristianos estaban de acuerdo en que la esclavitud era perversa y que habría que acabar con ella, pero no muchos querían hacerlo todavía. William Wilberforce y sus amigos trabajaron y oraron, dedicando sus vidas a la creencia de que lo que sucedería en el futuro tenía que suceder, por el poder de Dios, en el presente y bien. Esa es la “gran fe” por la que Jesús felicitó a esta mujer».

Preguntas:

  • ¿Por qué estás importunando y presionando a Dios en la oración?

Miércoles (15:29-39)

Jesús y compañía regresan a Galilea, donde se sienta y sana «cojos, ciegos, lisiados, mudos y muchos enfermos más, los pusieron a sus pies y él los sanó. La gente se asombraba [...]».

¿Qué se preguntaban?

Todos recordaban las palabras del profeta Isaías, que hablaba de la salvación de Israel:

«Se abrirán entonces los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
saltará el cojo como un ciervo,
y gritará de alegría la lengua del mudo. […]»

Isaías 35:5-6.

Estaban viendo cómo esto se desarrollaba ante sus propios ojos. Jesús es la promesa cumplida.

Cuando Mateo escribe esto, también nos pregunta: «¿Ven esto? ¿Ven quién es Jesús? ¿Lo creerán?».

Después de tres días de enseñanza, la multitud se ha quedado sin comida. No queriendo despedirlos desmayados y hambrientos, Jesús sugiere a sus discípulos que les den de comer siete panes y unos pocos pescaditos.

¿No habíamos oído antes algo parecido? Mateo ha incluido una segunda historia sobre Jesús alimentando a miles de personas en el desierto, apenas unas páginas después de la primera. Algunos especulan si hay un significado en los números o una diferencia en las multitudes, pero no hay un consenso sobre lo que todo esto podría significar.

Por ahora, tomaré a Mateo al pie de la letra. Jesús lo vuelve a hacer. Proporciona abundancia en un lugar de escasez, se sube a una barca y navega hasta la otra orilla.

Preguntas:

  • ¿Cómo sería estar entre la multitud de personas que presencian y experimentan el poder sanador de Jesús?
  • ¿Has experimentado la sanidad de Jesús en tu propia vida? ¿O proveyéndote en un lugar de escasez? ¿Cómo cambió esta experiencia tu relación con él?

Jueves (16:1-12)

Como si Jesús no hubiera realizado suficientes señales y prodigios, vuelven los fariseos pidiendo una señal del cielo. Me pregunto qué tipo de señal buscaban y por qué lo que ya había hecho no era suficiente para convencerlos.

La respuesta de Jesús es un poco atrevida: «Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos […]. Pero no se le dará más señal que la de Jonás». (Esto ya lo habíamos oído en Mateo 12. Jonás estuvo en el vientre de la ballena tres días y luego volvió a salir escupido, una prefiguración de Jesús yaciendo en la tumba tres días antes de su resurrección).

Entonces Jesús se va.

Lo que sigue es un diálogo entre Jesús y sus discípulos, en el que parecen no entenderse. Los discípulos hablan del pan, se dan cuenta de que se olvidaron de traerlo, pero olvidan que Jesús acaba de dar de comer a 4000 personas con siete panes y, antes de eso, a 5000 con cinco panes. Jesús habla de levadura, pero no literalmente. Él todavía está reflexionando sobre cómo la enseñanza tóxica de los fariseos y saduceos amenaza con corromper todo el pan de Israel.

Si lo lees así, es casi cómico.

Hablemos un momento de la levadura. Una pequeñísima cantidad de levadura se esparce por todo un pan, haciendo que suba. Me parece interesante que la levadura se describa como una «cultura» y provenga de la misma raíz que el otro tipo de cultura, como en «cultura de oficina» o «cultura popular». (Puedes buscar lo que dice Google, investigando las similitudes aquí).

Sobre todo, me hace preguntarme qué tipo de levadura se ha infiltrado en la cultura que nos rodea. ¿De quién es la levadura que hace subir nuestro pan? ¿Hay algún tipo de levadura contra la que Jesús nos advertiría?

Preguntas:

  • ¿Alguna vez has sido testigo del poder de Dios y luego has vuelto a dudar de él?
  • ¿Por qué es tan fácil olvidar la fidelidad de Dios? ¿Qué te ayuda a recordar?
  • ¿Qué tipo de levadura tiene más influencia en la cultura que te rodea? ¿Contra qué tipo de levadura crees que Jesús advertiría en la cultura que te rodea?

Viernes (16:13-28)

Hoy llegamos a un punto de inflexión en el Evangelio de Mateo. Lee despacio este pasaje, fijándote en los detalles y en el tono. ¿Puedes percibir el cambio de dirección? A partir de ahora, Jesús se dirige hacia la cruz, y la historia empieza a acelerarse.

El verano después de la universidad, tuve el privilegio de pasar seis semanas en Tierra Santa. Una de nuestras paradas fue Cesarea de Filipo, donde tiene lugar la lectura de hoy. El lugar es importante cuando se habla de él en las Escrituras. La geografía, la topografía y la cultura determinan nuestra comprensión de lo que ocurre en la historia.

Cesarea de Filipo está a unos 50 kilómetros al norte de Galilea, al pie del monte Hermón, el pico más septentrional de Israel. La ciudad quedaba fuera del territorio de Herodes Antipas y dentro del territorio de su hermano Filipo. (Herodes Antipas fue quien decapitó a Juan el Bautista, y quien se consideraba el rey de los judíos). Por qué crees que Jesús elegiría este lugar para hacer la pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

El lugar es impresionante. Es exuberante y verde, con corrientes de agua que fluyen, enclavado contra impresionantes acantilados. Mucho antes de que Jesús y sus amigos visitaran este lugar, los griegos y los romanos erigieron templos paganos a sus dioses, incluido Pan, cuyo templo daba a una cueva sin fondo. No se podía medir la profundidad de las aguas, por lo que se creía que la caverna era la entrada al inframundo (o el Hades). Para saber más sobre Cesarea de Filipo, haz clic aquí.

Considera este contexto mientras lees la historia.

Cuando Jesús llegó a Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Le respondieron: —Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas.

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —preguntó Jesús.

—Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro».

Es la primera vez en el Evangelio de Mateo que alguien reconoce públicamente a Jesús como el que esperaban, el tan esperado Salvador de Israel.

Jesús alaba a Pedro por la bendición de esta revelación y lo confirma:

«Yo te digo que tú eres Pedro. Sobre esta piedra edificaré mi iglesia y las puertas de los dominios de la muerte no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Luego ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo».

Qué ingenioso es que Jesús utilice un lenguaje sobre rocas, y las puertas del infierno tan cerca de la pared del acantilado donde tantos creían que estaban enclavadas las puertas del infierno. Una vez más, utiliza lecciones objetivas para revelar el misterio.

Ahora que saben que Jesús es el Hijo del Dios vivo, Jesús empieza a decirles lo que le espera: «Tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas a manos de los líderes religiosos, de los jefes de los sacerdotes y de los maestros de la Ley; también que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara».

Sin duda, esto no es lo que ninguno de ellos tenía en mente cuando se dieron cuenta de que Jesús era el verdadero Rey de los judíos. ¿Conquista militar? Por supuesto. ¿Reforma religiosa? ¿Por qué no? ¿Sufrimiento y muerte? De ninguna manera.

Pedro reprende a Jesús, diciendo: «¡De ninguna manera, Señor! ¡Esto no te sucederá jamás!».

En lo que suena como un fuerte eco de Mateo 4 y la tentación de Jesús en el desierto, Jesús estalla:

«¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres».

¿Qué crees que quiere decir con esto?

He oído esta historia muchas veces, pero intento escucharla con los oídos frescos del propio Pedro. ¿Cómo podrían las «cosas de Dios» implicar sufrimiento y muerte? Esto no era lo que se esperaba del gran Salvador y Redentor de Israel.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde la vida?».

¡Guau!

Simplemente, ¡guau!

¿Qué significan estas palabras para ti? Para mí, son como un puñetazo en el estómago. Si quiero seguir a este Rey, ¿tengo que negarme a mí misma y tomar mi cruz? ¿Por qué? ¿Qué clase de reino está construyendo?

Me gustaría que pudiéramos sentarnos uno frente al otro y masticar estas palabras durante mucho tiempo. Son dignas de conversación.

Lo que dice Jesús es una contradicción directa con los mensajes de nuestra cultura, que dicen: «¡Sé tú mismo! ¡Escucha a tu corazón! Haz lo que te parezca mejor a ti. Si te gusta, hazlo. Nadie debe cuestionar tus deseos. La autorrealización es el bien supremo».

Entonces, ¿quién nos miente? ¿Jesús o la cultura?

Preguntas:

  • ¿Qué significa negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús?
  • ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿Conoces a personas que hayan hecho esto? ¿Lo haces tú también?
  • ¿Quién nos miente? ¿Jesús o la cultura?
  • ¿Qué deseos específicos tienes que entregar a Jesús mientras lo sigues? Pasa unos momentos en oración, nombrando esos deseos de la forma más concreta y vulnerable posible. Pide a Dios que los tome y los transforme para que puedas encontrar tu vida en él.

Profundiza

Preguntas de debate

  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reprendido?
  • ¿Qué parte de la lectura de esta semana te hizo sentir reconfortado o animado?
  • En la medida en que te sientas cómodo con tu grupo, dedica tiempo a compartir tus respuestas personales a las preguntas diarias.
  • ¿Qué puedes comprometerte a practicar como resultado de la lectura de esta semana?